La shinobi soba su espalda y empieza a recoger penosamente sus armas una por una en el fondo, mientras que su jefe se entretiene sacándole brillo a un tarro vacío con un pañuelo que tiene más manchas que su propio pelaje.
Shofu: Conozco a alguien fuerte que me debe algunos favores. ¿Y saben qué? Me parece que están de suerte. Si no te importa medir tu fuerza frente a un público puedo mover algunos hilos para que no tengas que hacer más que eso para devolverme el favor. Shi prueba su fuerza, Leila no tiene que compartirlo, la gente de la ciudad se entretiene, yo cobro mis favores y todos salen ganando. ¿Hecho?
A esperas de tu respuesta, el maneki neko viviente gatea hasta el tocadiscos al otro extremo de la barra y lo enciende.
Leila: Siempre haces estas cosas cuando vengo yo. Shofu: Siempre me detengo cuando me das una moneda.
Leila suspira y niega con la cabeza. El gato encuentra una forma de encogerse de hombros con su anatomía gatuna y salta al piso de su lado de la barra.
Shofu: ¿Imagino que querrás que se permita usar objetos y artefactos en la pelea para poder usar tu táctica? Si quieres especificar algo más díselo a tu representante, yo los contactaré más tarde.
