>>73785 Las seis D se adaptan al hielo que se expande bajo sus pies sin perder velocidad, cerrándose todas al unísono en torno a ti, las hojas de cada una apuntando a cortarte de forma tal que no dejan un solo agujero en su ofensiva. Esquivar es imposible, resistir es poco confíable, solo te queda absorber.
No haces esfuezo alguno por evadir los golpes ineludibles ni endureces tu cuerpo para soportarlos, simplemente dejas que este adopte su estado más natural.
La guadaña de la primera D te atraviesa sin tocarte. La dullahan sigue de largo unos metros más antes de desaparecer como el espejismo que realmente es. Otras tres imitan este patrón, y no es sino la quinta la que finalmente te toca como debe hacerlo un cuerpo físico al interactuar con la nieve, separando una mísera cantidad de tu abdomen sin generarte daño o dolor. La sexta reconsidera su estrategia un microsegundo luego de ver a su copia fracasar, e intenta un corte vertical, seccionando tu cerebro por la mitad y abriendo una brecha entre tus brazos y piernas, con un segundo de retraso y en el orden opuesto al se que movió su hoja.
D: Buenos instintos.
La D de detrás tuyo habla, y la del frente desaparece.
D: Hubieses muerto si no hacías eso.
Las pocas gotas de nieve que fueron arrancadas de tu cuerpo vuelven deslizándose por el hielo hasta ti. Afortunadamente, no solo tu apariencia externa cambia al transformarte. No es la primera ni la última vez que alguien intenta acabar contigo con un solo golpe apuntado a uno de los órganos vitales que sabes por experiencia que no tienes.
D: Ya vi cómo te defiendes. Ahora muéstrame cómo atacas.